El Diario no Hablaba de Ti

Les amants II

Monotonía al día

Hoy es uno de esos días en los que me hubiera inventado un dolor de cualquier parte de mi cuerpo y no hubiera asistido al trabajo, hace un tiempo me permitía ese tipo de días una o dos veces al mes, a ellos le daba igual, y sustituían a la 45832 por otra persona igual de ignorada y explotada que yo, todos somos sustituibles.
Con los trabajos me pasa como con mis relaciones, me canso, y llega un día en que decido que ya no más y me marcho de la vida o de la oficina en cuestión y no quiero saber nada de ellos.
Pero últimamente estos días grises no me los regalo, intento afrontar mis obligaciones, y si me despierto intempestuosa como el día, sin ganas de que el viento me zarandee el flequillo, me entrego a lo que me corresponda sin patalear como una niña a la que no la compran el caramelo que se le ha antojado.
Me asusta esta conformidad que estoy adquiriendo con la rutina.

Comienza el bombardeo

Bueno, que como todos los años, ya es hora de que empiece a volverme un ser insoportable y cada vez más viejo pidiendo cosas por mi futuro cumpleaños.

El primer regalo de la lista son estas zapatillas de estar por casa, si no son estas, absteneros de comprarme cualquier otro calzado del hogar.

Prometo bajar a por el pan con ellas.

La buena acción del día

Iba bastante despacio, al llegar a la esquina de la casa de la Grache hice el ceda el paso y al mirar a la izquierda vi como una mujer se cayó en mitad de la calle, un coche la esquivó y continuó su camino, la mujer se quedó inmóvil, pero después intentaba incorporarse con dificultad. Bajé la música, la ventanilla y grité:
-Señora, ¿Está usted bien?
Ella que ya había logrado comenzar a andar afirmó con la cabeza, cuando llegó a la acera continué mi camino.

(Este es el espacio destinados a hacer unos comentarios sobre lo mal que me sienta ejercer de buena persona, pero hoy me voy a dar el día libre, que me lo merezco)

Adelante Grache

Sin cortarse un pelo

Gracias querido peluquero (porque después de esto como estilista dejas mucho que desear) por dejarme el pelo así, y a mi amiga la Princesa como a el de al lado.

Sin recuerdos de anoche

La de anoche no era yo, por lo tanto no tengáis en cuenta las cosas que hizo y dijo esa impostora.

Estimada vecina:

Le agradecería que no abriera su puerta para saludarme una de cada cinco veces que salgo o entro a casa, usted no es mi perro.
No me besuquee porque odio las muestras de afecto de ese tipo, además esa efusividad debe ser perjudicial para su dentadura postiza y me sabría mal que se gastara la pensión en Corega.
No me diga que me pinte más, todavía no le he perdonado aquel día que mientras yo esperaba el ascensor usted en contra de mi voluntad, que se la hice manifiesta a voces, me pintó los labios con una barra de labios suya de color rojo pasión, para mi desgracia, de las permanentes.
No sé que pensamientos discurren por su cabeza cuando me pregunta con tono picaruelo si me lo paso bien… Ni entiendo por qué me aconseja que tenga pupila cuando el estrabismo que tiene usted es severo, por cierto, me pone nerviosa no saber dónde mira cuando me habla, por eso siempre me reviso en su presencia si llevo abrochada la cremallera que da acceso a mi monte de Venus.
No me interesa la vida del resto de los vecinos, ni tan siquiera los distingo. Si tanto le interesan la vidas ajenas lea blogs, en silencio.
Y por último, si es tan amable, haga el favor de no pasearse orgullosa con un animal encima porque cualquier día de estos no respondo de mis actos, y a ser posible, no cambie tanto su maceta de sitio en el rellano porque me tropiezo con ella cuando llego alegre.
Espero que rectifique su actitud, por su bien y el de toda la Comunidad de Vecinos.

Un cordial saludo.

Gritos de silencio

Esa noche paseó por una playa con él en su pensamiento y decidió escribirle mientras observaba cómo los barcos le hacían guiños de aprobación con sus luces, se sentó en la fría arena e intuyó el sabor de la derrota en sus labios. Trazó sus intenciones como si le contara secretos a la nada.
Partiría en mil pedazos su coraza para bailar con las palabras y vestirlas de doble sentido hasta hacerlas suyas y regalárselas sin condiciones.
Le entregaría una mirada en una hoja en blanco para que no hiciera falta decirle nada más.
Correría para tirarle canciones con puñados de sentimientos, de las que suenan a un nunca jamás.
Lanzaría dardos para que punzaran su corazón y construiría sonrisas con las que despertar por las mañanas.
Pediría ilusiones para dos y daría patadas a los muros propios.
Bajaría al infierno a prender en llamas sus limitaciones y así hacerse válida para él.
Volaría dónde soñar no pasa factura.
Esa noche sabía que no se arrepentiría de sus palabras porque allí ella misma se encargó de borrarlas con sus manos de la arena, porque le quería.
Tuvo miedo, y temió caer en la enfermedad de la no correspondencia, le asustaron las respuestas.
No lloraría, sus posibilidades serían fantasmas y sus sentimientos nudos de silencio.
No se atrevería.
Los barcos enmudecieron sus luces y la cobardía lo envolvió todo de soledad.

Patética

Ni el madrugón, ni que al cuarto largo estuviera con un flato que por casi me da una pájara, ni porque mis negros pulmones no dieran para más, lo peor ha sido volver a ponerme el bañador y que después de los excesos acontecidos en las últimas fechas mi imagen con él fuera como esto.

Monday monday

Miro el reloj y es tarde, me levanto de la cama y pienso en las cosas que tenía por hacer, me regaño, por el pasillo se cruza mi mirada con el espejo, farfullo entre dientes el asco que me doy.
Me sirvo un café muy cargado, me acerco a la ventana y observo la calle y sus gentes, el calor de la taza entre mis manos me hace sentirme bien, al tercer sorbo me perdono mi desidia sin aplicarme ninguna penitencia.
Miro mi móvil, nadie me ha dado los buenos días, me ducho y me visto para salir ahí y plantarle cara al lunes, sin pinturas de guerra y con el pelo mojado.

Peldaños infinitos

Qué hago, ¿Subo o bajo?

Vainilla Chi

Si tuviera que calificar mi actuación de hoy en mi primera clase de Tai Chi, lo haría de ridícula. Mi profesora, que debe estar a punto de la jubilación y que es más fácil saltarle que darle la vuelta al menos me ha dicho que tengo un buen fondo, cosa que no sé si tomármelo como un cumplido o como una ofensa, prefiero no pensarlo. Además de mi torpeza habitual, mi cuerpo desde hace días me premia con un agudo dolor en la zona del hígado y ciertas molestias en el muslo derecho que casi ni me dejan pisar el acelerador, pero dentro de lo pésimo me he defendido mejor que cuando asistí por primera vez a una clase de aeróbic, ya que aquello le ocasionó un trauma a mi motricidad.
Mi perturbada mente sólo se ha quedado con una frase de las que repetía mi maestra mientras yo intentaba imitar las posturas que realizaba: “Acariciamos la cola al caballo”.

Amores imposibles

Y ponerme de puntillas para alcanzarte y abrazarte hasta que te marches como una forzada Cenicienta, hasta que un día me llegues a querer y no amanezca porque te quedas para siempre acurrucada en mis ramas. Déjate.

Reina

La Srta. Vainilla con la corona del roscón de Reyes en la cabeza y pistola de palo en mano apuntó al puerta pecho lata de un garito desde el otro lado de la calle, el tipo la miró y tras su inicial mueca en la que se entendía “otra jodida borracha zumbada” dijo desafiante:
- ¿A qué te saco la mía?
- La tuya es demasiado pequeña - dijo la Srta.Vainilla.
- La verdad es que sí - contestó.

Gracias sus Majestades los Reyes Magos por traerme una resaca y un constipado, menos mal que un buen puñado de gente me han regalado la mejor noche del año, por ahora.

Avisando a muerte

Corazón de carretera

Te excedías en velocidad, íbamos camino de tu casa, con la música demasiado alta cantábamos y nos dejábamos nuestras gargantas en ello, tan entregados que cuando acabó la canción nos dimos cuenta que nos habíamos pasado la salida de la autopista.
Hoy, al escuchar por casualidad esa canción, se me ha despellejado el corazón, he recogido los restos y los he guardado en el bolsillo de mi abrigo, ahora no sé qué hacer con ellos…

Todo sigue igual

He sobrevivido a la ingesta de las doce uvas, el año que viene me gustaría hacerlo en plan fiesta toga, para estar más ambientada y digerirlas mejor.
He entrado en el año con mal pie, porque me duelen ambos de haber estrenado el año a ritmo de taconazo y copazo.
Esperaba despertar con mis propósitos cumplidos, pero sigo como estaba ayer, antes de ayer y así nos remontamos a cinco años atrás, y pinta en que los siguientes 365 (hoy ya está el día perdido) van a ser idénticos, tendré que buscar voluntad detrás de las orejas o entre los dedos de los pies para seguir en escena.
Continúa abierto el Cabaret... por la puerta de atrás.