Sigo buscando palabras, en mis trayectos, en mis dudas, en las esquinas, en los gestos, en los cajones, en mis correos, en fotografías, en las nubes de blanco roto, en la nevera, en el teléfono, en vosotros, en el parque, en mi monedero, en los días marcados en el calendario, en mis garabatos telefónicos, en los semáforos en rojo no las encuentro.
Coincidía hace tiempo todos los días con ellos en el autobús, nos bajábamos en la misma parada y mientras esperábamos que las puertas se abrieran le acariciaba, él me dedicaba una mirada triste pero agradecida, cuando ella se daba cuenta de que él se distraía le daba un fuerte tirón.
Esta noche nos hemos cruzado, él la guiaba como hacía siempre, y como seguirá haciendo. He sentido una presión en el pecho, no soporto que su mirada, ojos de los dos, desprenda tanta pena.
Mi admirado Sabina dijo en una ocasión que las canciones deben ser tristes, porque siempre hablan de desamor, de fracaso, que cuando estás en ese momento, tan escaso en la vida, de pasión compartida, no se escribe, se vive.
Podría decir que ahora estoy viviendo, no una pasión compartida, pero sí esos momentos que parecen tan nimios y que para mi son como la piedra filosofal. Por eso no escribo, puede que la culpa la tenga el sol.
Ya escribiremos canciones...
Y yo que en estos días no me quería parar a pensar, que de las cosas que pasan últimamente intento no darle vueltas en la almohada, que me aparto para no afrontar mis problemas y me quedo rozándolos, perdida, ahora tengo que decidir que dirección tomar.
Mañana tengo boda familiar, cosa que me supone un gran trauma, pues todavía no me he repuesto de ver como en la última que tuvimos mis tías bailaban El baile del gorila de Melody.
Llevo bastantes horas invertidas en la preparación personal para tal evento, me refiero a la externa, la interna la superaré a base de beberme todo lo que caiga en mis manos.
Y es que claro, los hombres con calzarse un traje y ajustarse la corbata van tan aparentes, pero las mujeres llevamos un gran proceso de equipamiento con el desembolso económico que ello requiere.
Lo primero es el vestido, para esta ocasión he elegido uno normalito sin brillos ni florituras para no parecer un repollo envuelto en lazos. La compra del vestido es complicada porque pasa como en nochevieja, siempre te puedes encontrar a alguna con el mismo vestido, y lo que es peor, y siempre probable en mi caso, que le siente mejor que a ti.
Lo de los zapatos y el bolso es tan agotador como una carrera de fondo, si los compras juntos y a juego no hay problema, pero yo que soy tan lista he comprado primero los zapatos y me las he visto y deseado para conseguir un bolso que medianamente combinara. Los zapatos para estos eventos suelen ser de cenicienta, y producen un dolor como si llevaras dos números menos del que calzas. Los bolsos los odio, porque no te cabe ni el paquete de tabaco en ellos, son ridículos hasta decir basta, yo parezco el teletubbie morado cuando me miro al espejo al probármelos.
El chal o cómo se denomine el cacho de tela ese a mi me pone de los nervios porque yo no sé llevarlo y siempre acaba por los suelos o a altas horas bailo con él como hacía Massiel fuertemente ebria en la boda de la Rociíto.
Si añadimos los gastos de peluquería, bisutería y regalo de bodas el resultado es que te han jodido el presupuesto del mes para pasar una tarde-noche disfrazada con la familia.
En fin, sólo espero no morirme de frío, que mañana no llueva y que haya barra libre.
Hace un rato mientras me paseaba por los pasillos de la oficina pensaba que sería más feliz si no llevara las bragas o el tanga, cosa que dicen que es antihigiénica pero hay que reconocer que es de lo más cómodo.
Lo he hecho pocas veces, casi siempre en verano y en momentos muy puntuales como para bajar al perro o ir a comprar el pan, que son momentos de poco riesgo, porque siempre pienso que pensarán si me pasa alguna desgracia y me pillan de esa guisa. (Hay que recordar que tengo el sentido del ridículo hiperdesarrollado).
Supongo que algún día me decidiré por mi liberación interior diaria, cuando me convierta en una especie de María Jiménez y me pase todo por lo que estas prendas cubren, mientras tanto seguiré el consejo que me daba mi abuela
Hagas lo que hagas, nunca te dejes las bragas.
No sé que decir, mis palabras siguen de vacaciones. No le presto atención a las cosas que vivo, antes podía sacar la esencia de lo más insignificante, ahora no sé que contar y no sólo aquí, en las conversaciones no hago mucho más que escuchar...
Es tu turno, cuéntame tu.
...sobre todo en Pascua...
Hemos vuelto sanas y salvas a pesar de todos los peligros que hemos tenido que afrontar. No hay fuerzas para contar más.
Jugábamos juntos cuando éramos niños, yo estaba enamorada de él en secreto.
El sábado, después de más de una década, nos volvimos a ver.
Se nos hizo de día recordando, y conociéndonos
Que mal rollo me dá, llegar de madrugada y que mis amigos estén cantando. Voy a empezar a sacar la escopeta, se están pasando...
Últimamente tengo sueños mortales, mi vida corre riesgo en los brazos de Morfeo.
El martes soñé que casi muero por un escape de halón en el trabajo y anoche que a la Grache y a mi casi nos mata un tipo clavado a Gabino Diego por robarnos el bolso.
Quizás esta noche sueñe con una muerte de lo mas absurda, como desnucarme por resbalar con la piel de un plátano o que me caiga una maceta en la cabeza cuando yo solo pasara por allí
Aunque nunca se descarta una muerte súbita por un ataque de ansiedad, que una está de los nervios y no hay que olvidarlo.
Solo espero en estas pesadillas que no me toque ser una víctima de una mochila bomba o ser atropellada por el Farruquito.
¿Serán premonitorios? Que alguien me despierte por favor.