Había llegado al domingo con una alegría inusual para este día de la semana,
en el que siempre me suelo entregar sin resistencia a la tristeza.
A final de la tarde y con ayuda de mi torpeza,
un bote de esmalte de uñas estalló contra el suelo inundándolo todo de rojo,
intenté limpiar el desastre por todos los medios,
pero no hubo manera de dejar ni el suelo ni el sofá como estaban.
Un poco más tarde hubo palabras cruzadas,
que hablaban de limitaciones sentimentales y complicaciones,
y aunque yo nunca había pedido más, todo se llenó de rojo.
Más manchas por borrar.