Mi primer premio fue un estuche de diseño innovador de rotuladores carioca en el colegio por una redacción triste en la que expresaba lo poco que me gustaban las Navidades, y la verdad es que cuando la comenzaron a leer delante de toda la clase no la reconocí como mía hasta que dijeron mi nombre.
Algo mas crecidita gané cinco mil pesetas en un concurso de literatura del instituto, todavía guardo el papel del premio en el que escribían a mano por su ternura no exenta de ironía, invertí toda esa sensibilidad en alcohol y tabaco, ese mismo año, en la fiesta de carnaval había ganado una botella de sidra con otra compañera por un disfraz que improvisamos en cinco minutos de Pitufinas con un trozo de sabana como falda, una camiseta blanca, medias azules, otro trozo de sábana como gorro y cera azul Manley a granel por brazos y cara.
Por último me tocó unas suscripción al Motociclismo durante un año, cuando yo lo que deseaba que me tocara era un mono de cuero Dainese que me quitaba el sueño.
Esto y un par de reintegros en la Primitiva es todo.
Patético.
Veinticuatro días sin tiempo ni para comer un plato de cuchara.
Ayer las Sras. Lentejas con Verduras y la Srta. Vainilla tuvieron un encontronazo.
No tuve más opción que darles su merecido.
Le dolían los pies y los ojos le escocían por la falta de sueño, el dolor de cabeza llevaba días sin remitir, conducía sin rumbo, con la vista fija en la carretera pero la mirada estaba perdida, comenzó a llorar, y lo que creía iba a ser un diluvio se quedó en un par de lágrimas que ni se molestó en limpiar de su mejilla, un pensamiento fugaz incitaba a poner fin con solo un volantazo, sus brazos comenzaron a temblar, inspiró todo el aire que pudo y buscó sin parar en su recuerdo cosas que valieran la pena...
Reír hasta llorar.
Llamadas perdidas que se acuerdan de mi.
Volar cuando me necesites.
Hacer fotos.
Seda en forma de carácter.
Juegos de manos.
Pies con cosquillas.
Cigarros de chocolate.