¡Ay María! Ayer al subir por la calle Carretas y ver aquella chica apoyada en árbol vendiendo su condición de lolita me recordó a ti, casualidades de la vida que luego en Fuencarral me crucé contigo, o con alguien que se parecía mucho a ti, y todo esa simpatía que me evocabas desde que te admiré en La flaqueza del bolchevique, por esa naturalidad que parecía que emanabas se esfumó al verte tan altiva en esos tacones que además de imposibles, eran horrendos.