- Son ocho con cuarenta y cuatro.
Le entrego diez euros.
- ¿Tiene los cuatro céntimos?
- Si, un momento.
Rebusco por el monedero y le pongo en la mano tres monedas de un céntimo, encuentro una de dos céntimos y se la cambio por una de uno.
Me entrega el ticket junto con el cambio y le doy las gracias.
- Gracias a ti. ¡Uy! Perdón, a usted.
- No, mejor a mí.
Me alejo de la línea de caja arrastrando los pies y la mirada, a que el cielo me siga meando faltándome al respeto. Todo el día, y yo me dejo.
Si es que estas cajeras ya no son como las de antes...
¿Dónde estarán ahora aquellos mitos eróticos con los que despertó mi sexualidad que eran las muchachas del Pryca?
Ains.
Buenos días, no he podido evitar imaginarte con una nube encima de la cabeza, como en los dibujos animados.
Posted by: Karras on 2 de Febrero 2004 a las 02:00 AMQue crueles son los niños...:)
Posted by: mOe:) on 2 de Febrero 2004 a las 09:59 AMa eso le llaman lluvia ácida, no?
Bah, la cuestión es quejarse por todo. Con lo bien que suena que te llamen de usted.
Menos arrastrar los pies y más aceptar que ya no eres una jovencita. Y que cuando te pones seria, incluso pareces una persona formal, proyecto de mujer funcionaria que pasa la aspiradora los domingos por la mañana.
Posted by: Negro on 3 de Febrero 2004 a las 01:32 AM...Por cierto, el Blog mantiene su nivel. Pero noto en descenso el de los comentaristas. Seguro que se guardan para estas ocasiones conversaciones de ascensor. Lo bueno de eso es que al menos te abren la puerta.
Posted by: Negro on 3 de Febrero 2004 a las 01:44 AM
Yo solo paso el aspirador si es de rodillas.
No se encele de mis comentaristas, usted también es de los que ceden el paso a las damas en las puertas para poder mirarlas el trasero...