El Diario no Hablaba de Ti

Regresión infantil

Hubo una temporada que jugué en silencio, iba por casa de puntillas, no se podía hacer ruido ni levantar la voz. Siempre jugaba con barbies, nancys y barriguitas, aunque yo no quería, a mi me gustaban más los coches y los clips de mis hermanos, pero ellos no me los dejaban porque no aparcaba los cochecitos bien. Acabé enrollando a mi Barbie Cristal con el Madelman de mis hermanos, ya que Ken nunca me inspiró mucha simpatía.
Hubo un tiempo en que nos entreteníamos con nosotros mismos y nuestro entorno, nos metíamos debajo de la cama de mis padres y nos imaginábamos que era una nave espacial, nunca la piloté. También alineábamos las sillas como si fueran los asientos de un coche y hacíamos largos viajes, nunca conduje. Nos cortábamos el pelo, a mi me tocó el perro, pero era una mezcla de bóxer y su pelo corto poco juego me daba, a ese mismo perro le rociamos sin miserias el mejor perfume de mi madre de Yves Saint Laurent porque era el que de más baja calidad nos parecía por el olor, nos castigó, sin postre supongo.
Luego me volví una repipi asquerosa, que se subía en los tacones de mi madre e inventaba coreografías, obligando a toda mi familia a que me hiciera de público y se deleitaran con mis contorsiones al ritmo de ‘’Venus’’ o ‘’Buscando en el baúl de los recuerdos’’, por eso no voy a reprochar que mi hermano casi mellizo me escupiera el agua en la mesa, me clavara un tenedor en el brazo, quemara mi pelo y me rompiera algún diente. Aunque lo de que gastara las pilas a mi Nancy rockera la noche en que me la regalaron y yo me encontrara al día siguiente que no se movía, me cuesta más perdonárselo.
Hoy al echar el cerrojo de la puerta del baño (costumbre poco habitual) he recordado las horas que pasaba encerrada en el baño huyendo de sus puñetazos mientras él me hacía guerra psicológica desde el otro lado de la puerta con amenazas, torturas musicales y apagando y enciendome la luz a su antojo.