He ingerido frente a la nevera mis dos cápsulas de guaraná, ayudándolas con agua bebida generosamente directamente de la jarra, he caído al suelo de rodillas presa de un agudo dolor en el estómago, no registrado, tras llevarme las manos al estómago me agazapé esperando que se me pasara el puñetazo propinado por las buenas formas.
Prometo no volver a beber a morro.